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Actitud crítica

Un profesor de una universidad en España preparaba a su alumnado para las famosas pruebas PISA (estudio llevado a cabo por la OCDE a nivel mundial que mide en estudiantes el rendimiento académico en matemáticas, ciencias y comprensión lectora), cuando se encuentra que en uno de los ejercicios el alumnado debía exponer su opinión propia frente a dos opiniones enfrentadas en un texto. No importaba la opinión que eligiera defender el alumno, ni siquiera que desechara ambas opiniones, siempre y cuando sus argumentos y críticas tuvieran lógica interna. El profesor se preguntaba cómo podría enseñar a sus estudiantes a defender argumentos en el vacío si se valora una mera actitud crítica, sea esta cual sea. La actitud crítica está al alcance de cualquiera, la ignorancia puede criticar, también lo puede hacer la soberbia. ¿Significa esto que el llamado pensamiento crítico es suficiente para llegar a conclusiones racionales? Yo diría que no. El joven psicólogo Pablo Pérez decía en una charla que ofreció en TEDTalks que el mero acto de pensar es de alguna forma un pensamiento crítico, ya que es un juicio obtenido a través de un análisis propio.

Esto, traducido a la situación en la que se encuentran los derechos animales actualmente, es una bomba de relojería. Nos han educado bajo el prejuicio del especismo, el cual nos lleva a discriminar a los demás animales por el mero hecho de pertenecer a una especie diferente. Este prejuicio está tan sumamente arraigado en nosotros nuestras vidas, que hace que en un ejercicio basado en lo que se entiende por pensamiento crítico cada cual pueda argumentar como le apetece, sin falta de una base racional, justa y lejos de opiniones meramente personales.

¿Qué es entonces en lo que debería estar basado el verdadero pensamiento crítico o analítico? En múltiples factores pero, sobre todo, no en opiniones o intereses personales, sino en razones lógicas y fuertemente argumentadas, informarse y poseer conocimiento acerca de lo que se está argumentando, evitar caer en falacias como tradiciones, cultura, opiniones mayoritarias, sentimentalismos personales, no tergiversar para intentar cambiar el significado de un argumento, etc.

Seguir explotando animales parte de un prejuicio pero se sostiene, entre otras cosas, por una falta de pensamiento crítico basado en las evidencias sólidas existentes. 

La consideración moral que merecen los demás animales

El ser humano a nivel práctico no es una posibilidad de recurso menor de lo que puede ser un no humano, solo hay que echar un ojo, por ejemplo, a la abolida institución de la esclavitud humana. La clave está en que no es moralmente correcto usar a otros para nuestros propios beneficios. Esto responde a evidencias científicas y empíricas que demuestran que los animales con los que no compartimos especie poseen un sistema nervioso central, lo que de entrada les brinda la sintiencia, que es una cualidad que permite algún grado de conciencia. En esto se refleja la individualidad, la personalidad, los intereses propios y todo aquello que diferencia al sujeto del objeto, a la persona de la cosa. Culturalmente estamos desprogramadas para esto, pero eso no significa que no tengamos el deber moral de cambiar lo que no está bien, como hacemos con otras muchas costumbres y herencias culturales.

Veganismo como puesta en práctica de un principio moral

Si logramos comprender lo anterior, la única forma de actuar consecuentemente es adoptar el veganismo como la puesta en práctica del principio de no considerar a los demás animales inferiores moralmente.

Se supone que debemos rechazar todas aquellas creencias que no están fundamentadas en las evidencias y la lógica, especialmente aquellas que se puede demostrar que son falsas. A diario escucho y leo cómo al veganismo se le coloca la etiqueta de “creencia” y también que la gente vegana “adoctrina”; pero el veganismo, a diferencia de lo que se entiende hoy en día por creencia, gira en torno a una de las realidades más dañinas y a la vez más ignoradas de todas: el ser humano se considera superior a otras especies.

Catalogar el veganismo como dieta es también un traspaso interesadamente antropocéntrico de un principio moral a algo “opcional” o a un “estilo de vida”. El ser humano siempre va a tratar de evitar cualquier cosa que le resulte incómoda de aceptar. Entonces, el mero hecho de que nuestra dieta como veganas cambie en relación a cuando éramos especistas, hace que aquellos que son renuentes a enfrentar sus prejuicios, lo reduzcan a una mera dieta, lo que lo convierte en algo ajeno, en algo que es opcional.

El activismo no es una opción, es una parte intrínseca del veganismo

En el año 1951, Leslie Cross, entonces vicepresidente de la Vegan Society, definía así el veganismo: «El objetivo de nuestro movimiento debe ser el final de la explotación de los animales por el hombre. La palabra "veganismo" significará la doctrina de que el hombre debe vivir sin explotar a los animales». Es decir, que si el objetivo del movimiento (veganismo) debe ser el fin de la explotación animal debido a que los demás animales merecen consideración moral, que aunque en esta definición no lo especifique, entendemos que si no, no tendría mucho sentido, debemos como veganas, hacer un ejercicio de proselitismo para lograr esto. Si la dieta vegetal es una consecuencia del veganismo, el activismo también, y aunque pueda parecer que no, es igual de importante, ya que el individuo vegano necesita del activismo para lograr el fin de la explotación animal.

Está en nuestra misión también buscar de qué forma podemos llevar a cabo nuestro activismo. No a todo el mundo se le da bien lo mismo, y además es necesario que el activismo sea diverso, y que esto último no se confunda con estar mal informado. La formación de DDAA en derechos animales deberá ser la piedra angular de cualquier tipo de activismo.

Irene Aparicio @allbeings_irene

Publicado en octubre del 2022

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