LOS CONEJOS: OTRAS VÍCTIMAS MÁS DEL ESPECISMO
Los conejos son animales explotados para usos muy diversos. Se matan por su carne y por su piel, se experimenta con ellos, se crían para ser después cazados y son utilizados como mascotas. Y todo ello se hace, entre otros motivos, porque son animales considerados como muy dóciles y manejables, además de con un gran potencial reproductivo.
Aún así, existe cierto sector de la población que descarta comer conejos por la empatía que les despiertan. ¿Quizás se intuya que sufren siendo criados y encerrados de por vida, así como cuando son sacrificados en el matadero?
Este razonamiento tiene mucho sentido. Su comportamiento nos muestra claramente esta capacidad para sentir. Huyen ante el peligro, tiemblan, juegan o duermen tranquilos. Todo esto son señales de su estado de ánimo.
Y no se trata de apreciaciones subjetivas o de “humanizar” a estos animales. Ellos, al igual que muchos otros, incluídos los seres humanos, poseen un sistema nervioso centralizado, lo cual les permite tener experiencias, es decir, que pueden sentir lo que les ocurre. No solo hablamos de sufrimiento físico, también hablamos de un sufrimiento psicológico que en muchas ocasiones se traduce en comportamientos repetitivos y autolesivos. Esta es la razón por la que debemos tener en cuenta cómo estos y otros animales se ven afectados por todo lo que les hacemos.
El consumo de conejos está en declive, especialmente entre la gente más joven. Para enfrentar esto, la industria trata de lavar su imagen vendiendo un “bienestar animal” y una “sostenibilidad” que, en el primero de los casos no hace más que enmascarar la explotación y la muerte de animales; y, en el segundo, vendernos algo que no tiene ninguna relación con el respeto hacia los intereses de estos animales como individuos.
Bel González nos muestra en su reportaje fotográfico cómo es la vida de los conejos utilizados como alimento en distintas granjas del Estado español, una realidad que la industria de la explotación animal trata siempre de mantener oculta. Por eso es necesario sacarla a la luz, es necesario conocer lo que ocurre y reflexionar sobre si queremos seguir participando en ello.
Podemos excluir a los animales de nuestros platos, de nuestros experimentos o de nuestra ropa. También podemos vivir sin utilizarlos como juguetes. Y también podemos construir una relación distinta con ellos y con los demás animales, sin discriminación, sin especismo. Una nueva forma de relación basada en el respeto y la consideración.
Trabajo realizado por Bel González, con texto de Carmen García (equipo de redacción de AV).
Publicado en marzo del 2024