EL POLLO NUESTRO DE CADA DÍA
La carne de los pollos es una de las que más se consumen a nivel mundial. La Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) calcula que en 2021 se consumieron 133 millones de toneladas de “carne blanca” en todo el mundo.
La mayoría de los pollos denominados “de engorde” solo viven varias semanas antes de ser sacrificados.
Debido a la selección genética y de cría, estos animales crecen a tal velocidad que sus pequeñas patas apenas soportan el peso de sus cuerpos, sufriendo lesiones y deformidades. También son susceptibles a muchos otros problemas de salud, como la disfunción y malformación esquelética, afecciones cardíacas y pulmonares, dermatitis o lesiones oculares debido a los gases tóxicos y la mala ventilación.
Cuando accedes varias veces al interior de una granja de pollos puedes ser testigo del sufrimiento que padecen desde que son instalados en las naves, con tan solo unos días de vida, hasta que son enviados al matadero. Una corta y agónica vida seguida de una muerte igual de injusta.
Se puede pensar que hay formas de reducir el sufrimiento de estos animales durante su explotación pero, ¿es esto lo que realmente debemos cambiar? Sabemos que el consumo de animales es algo totalmente innecesario. Entonces, ¿es éticamente aceptable explotar y acabar con la vida de alguien que quiere vivir, sencillamente porque nos apetece?
Ariadna Creus documentó la vida de los pollos utilizados para el consumo en una granja de Huesca. Tardó el tiempo que duraron sus vidas: 45 días.
Helena Rivera (equipo de redacción de AV)
Reportaje realizado por Ariadna Creus.
Publicado en febrero del 2022