LECHE MATERNA DE VACA

Visualicemos una imagen típica: sobre la mesa, un vaso de leche de vaca. En principio, nada más inocente. Nada aparentemente alarmante en ese detalle del típico bodegón contemporáneo en muchos hogares. ¿Qué problema podría contener ese vaso? A continuación, se exponen algunas de las problemáticas relacionadas con el líquido que ese vaso atesora.

Comencemos por el principio, qué es ese fluido blanco y a quién va destinado. Las vacas, como las humanas, son animales mamíferos. Eso significa que tienen glándulas mamarias productoras de leche con las que alimentan a sus bebés. Para poder segregar ese líquido materno, es requisito indispensable que la humana, o la vaca, en este caso, pase por un embarazo y dé a luz a una cría. Una gestación de 9 meses en ambos casos.

Eira Do Val, explotación animal, Animals View
Eira Do Val, explotación animal, Animals View

En el caso de las vacas que la industria utiliza para poder comerciar con su leche materna, su embarazo es forzoso; es decir, cada una de esas vacas es inseminada de forma artificial. Una vez que la vaca pare a su hijo o hija, la vaca comienza a segregar leche, con el único objetivo de alimentar a la criatura. Esta necesidad del bebé recién nacido choca frontalmente con las necesidades de la industria láctea; la lactancia de las crías no es compatible con el funcionamiento de su negocio. Por este motivo, muy pronto separarán a la cría de su madre. Estamos hablando de horas o días. No hay leche que perder.

La separación madre-hija es vivida con estrés y ansiedad por ambas partes. Los mugidos desesperados de la madre tras esta separación forzosa son bien conocidos y comentados por las granjeras y por las vecinas de estas granjas. Algunas madres pasan la noche entera gritando por su retoño; algunas varios días.

Eira Do Val, explotación animal, Animals View
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El destino de esa hija o hijo varía, dependiendo de las necesidades de la industria en ese momento. Lo más habitual es que si la criatura es una hembra corra la misma suerte que su madre: una sucesión de partos hasta el agotamiento fatal. Si es un macho, hay varias alternativas. El resultado es el mismo: su muerte prematura. Pero este desenlace puede llegar de formas diferentes: que le dejen morir a su suerte en un contenedor en la misma granja no es del todo extraño. Si los humanos a su cargo son generosos, quizá inviertan en una bala que alivie horas o días de sufrimiento. Otra alternativa es llevarlos al matadero, si es que puede compensar económicamente ese esfuerzo, de forma inmediata o después de hacer que engorde. Manda el peculio.

Hablando de muertes prematuras, todas en esta industria lo son. Una vaca como las que la industria explota por su leche materna, bien cuidada, tiene una esperanza de vida de entre 20 y 30 años. Cuando son utilizadas por la industria, las dejarán vivir de tres a cinco años. Preñándolas una vez al año. Cada año la misma historia: un embarazo y después una cría a la que apenas verán.

Tres o cinco años en comparación con 20 o 30 son muy pocos. Pero en las condiciones en las que viven, es seguramente mejor para ellas que no aguanten más. No hay nada natural en la leche de vaca como alimento para humanos, y precisamente por ello, su existencia conlleva dolores que nadie debería tener por qué soportar. La mayoría de las vacas explotadas por la industria no salen nunca a pastar al exterior. Estas vacas a menudo son mantenidas en condiciones de hacinamiento y suciedad, a veces incluso atadas; suelos duros e incómodos hacen que las vacas sufran de forma habitual de cojeras, dolores y heridas.

Casi todas sufren de enfermedades dolorosas. Muchas están demacradas, mientras que otras tienen unas ubres tan enormes que les es difícil caminar, si es que se lo permiten.

No hay nada de natural en la leche materna de vaca que es comercializada para ser consumida por los humanos. Para empezar, las vacas son inseminadas artificialmente. Para continuar, las vacas que hoy en día utiliza la industria son producto de una selección genética. A raíz del incremento artificial de su segregación de leche materna, una vaca hoy en día produce de 6 a 10 veces la cantidad de leche que normalmente produciría para su bebé. Solo por esto, y por las condiciones en las que son mantenidas, es normal que sufran diferentes problemas de salud tras tres o cuatro lactancias, que les lleven a una muerte prematura. Mastitis, heridas en las ubres, infecciones. Problemas tras la amputación de sus cuernos y su cola.

A la vez, la misma industria que tiene a las vacas cautivas, la misma industria que las preña y las “sacrifica” en el momento en el que desciende su productividad, esa industria mantiene un discurso que difiere profundamente con la realidad. Algo que como hemos visto, es completamente artificial, es vendido como algo natural, normal y necesario. Se llega a decir, incluso, que se les hace un favor al ordeñarlas, pues sus ubres pesan demasiado. ¿Pesan demasiado, por qué?

Las vacas no “nos dan su leche”. La industria hace que segreguen leche materna, con el único propósito de poder arrebatársela y comercializarla. No es natural que un humano consuma leche materna de vaca; las madres humanas generan su propia leche materna. No es necesario, tampoco. Los nutrientes que contiene este fluido materno se encuentran también en alimentos de origen vegetal. Y si esto es normal, que se lo expliquen a esas vacas que nacen, son inseminadas, y tras arrebatarles de tres a cinco hijas son sacrificadas. Que se lo expliquen a esas crías. Que me lo expliquen a mí.

* Nota al pie. A lo largo de este texto, destaco en varias ocasiones que la venta y consumo de leche materna de vaca por parte de los humanos es algo que no es natural. Con esto, no es mi intención exaltar que todo lo natural sea necesariamente bueno o lo mejor, o que podamos concluir que la decisión más ética conlleva elegir el comportamiento más cercano a lo natural. En muchas ocasiones, la naturaleza es cruel y no es problemático tomar medidas poco naturales si esto va a beneficiar a seres sintientes. Por otra parte, tampoco pretendo caer en dicotomías natura-cultura. Tampoco es mi intención alejar el foco de preocupación del núcleo de lo verdaderamente problemático: la explotación de estos animales.

Mi intención es otra: pretendo rebatir una narrativa muy trabajada por la industria láctea como parte de su estrategia de comunicación. Una de las conclusiones de mi tesis doctoral es que la industria láctea utiliza una narrativa que consiste en asociar los productos derivados de la leche materna de vacas con algo natural, con el fin de fomentar asociaciones positivas con los productos que comercializa.

** Algunas de las imágenes del vídeo fueron obtenidas para el Santuario Vegan.

Trabajo realizado por Eira Do Val y Xiana Castro, con texto de María R. Carreras.

Publicado en enero del 2023

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